martes, 20 de mayo de 2014

EL COMIENZO DE LA CUENTA ATRÁS

Sin comerlo ni beberlo, este blog se ha convertido prácticamente en una guía de viajes. No era esa la primera intención, pero así es como está quedando. Lo cierto, tengo que confesarlo, es que estoy un poco aburrido del blog. A lo mejor es que no valgo para bloguero (que es lo más probable), pero me he propuesto terminarlo con al menos una entrada semanal aproximadamente. No sé si alguna vez habéis hecho un blog, pero no es fácil. Si quieres que quede medianamente curioso, tienes que echar por lo menos dos horas para escribir una entrada. Al menos eso es lo que yo tardo entre que decido sobre qué voy a escribir, selecciono las fotos, las cuadro y escribo la entrada. La mayoría de las veces no soy capaz de hacerlo todo del tirón, sino que tengo que echar un par de ratos.

 

MIS PROGRESOS

En la entrada de hoy me he propuesto no hacer turismo. Quizá no cuelgue ni fotos. El objetivo es hacer un pequeño balance sobre cómo me va la vida por aquí, ahora que solamente me queda un mes de estancia aquí. Lo cierto es que no puedo quejarme. El tiempo hasta ahora ha pasado volando, y eso siempre es positivo, ya que cuando algo se nos pasa rápido suele ser un síntoma de que lo estamos disfrutando, y viceversa.

En cuanto a moverme por la ciudad, cada vez salgo más veces de casa sin el plano y me voy sabiendo los itinerarios de los tranvías de memoria, y cuáles pasan por los sitios más importantes. Con los autobuses me cuesta más (este "defecto" también lo tengo en Madrid), y los que más controlo son el 701, que me lleva al trabajo y el 107, con destino a casa de mis amigos. Con la bicicleta tampoco he vuelto a perderme, y sigo usándola casi todos los días.

Sin duda que los más difícil es aprender polaco. Es un idioma tremendamente complicado de aprender para un español, y más teniendo en cuenta la "facilidad" que tenemos los españoles para aprender idiomas. Mi polaco se reduce a "sí", "no", "por favor", "gracias", "hola", "adiós", contar del 1 al 19, algún día de la semana y traducir la carta de la Pizzería Bravo. Y por supuesto, decir "no hablo polaco". Eso hablando. Leyendo los rótulos me manejo algo mejor, ya voy entendiendo bastantes, aunque su pronunciación es prácticamente imposible de ejecutar.
Quien se atreva, que lo lea.
Otra cosa a la que un europeo del sur como yo le cuesta acostumbrarse aquí, es a los horarios. Para nuestro gusto, cierra todo prontísimo. Y más ahora, llegando el verano, si quieres hacer alguna visita a algún parque restringido, torre, edificio, etc. es fácil que a las seis o las siete de la tarde te lo encuentres cerrado. El tiempo sigue siendo muy cambiante, aunque hoy precisamente hace muchísimo calor y es el primer día que he salido de casa por la mañana sin chaqueta. Un "trauma" que he superado es el de despertarme con la entrada de luz en la habitación. Sigue entrando, sí, y cada vez antes, puesto que los días se alargan, pero cada vez me cuesta menos trabajo darme media vuelta y seguir durmiendo.

OTRAS VIVENCIAS

¿Qué más os puedo contar? Pues hace una semana viví mi primer cumpleaños lejos de casa. Me acordé mucho de mi familia y amigos, y más después de ver el vídeo de felicitación que me mandaron donde participaron todos. Muchas gracias de nuevo. Pero tampoco me puedo quejar, ya que he tenido la gran suerte de conocer aquí a gente fantástica que consiguió que ese día fuese especial también, pese a estar tan lejos de casa. Ya sé que no van a leer esto, pero que alguien le haga llegar a mis abuelas que estoy muy bien, de verdad, que parece que he venido a la guerra y es todo lo contrario.

Los jueves se han convertido en el "Día Oficial del Snooker" y me voy con un amigo a jugar unas bolas. De momento no voy a poner en peligro la jerarquía de Ronnie O'Sullivan, John Higgins o Mark Selby, pero todo se andará. Cuando te agarras a un taco y tienes que meter bolas en esa mesa tan enorme, es cuando de verdad eres consciente de lo tremendamente difícil que es este juego.
Mesa de snooker. ¿Alguien ha visto una en España?
Durante este mes que me queda por aquí, aún hay varios objetivos por cumplir. Aún no conozco todos los secretos de Wrocław, pero tampoco quiero precipitarme en conocerlos, puesto que este fin de semana van a venir un par de amigos y quiero dejar alguno para visitar con ellos, más que nada por no repetir.

También retomaremos lo que más ha prevalecido en este rincón, ya que aún queda un viaje "gordo" por hacer, y de lo más interesante. Algunos ya saben el destino, pero bueno, mejor no lo cuento por aquí y así veis por vosotros mismos el desenlace.

Me despido y me dispongo a vivir mi último mes aquí, ya menos incluso, lo que significa que comienza la recta final de esta experiencia que, de momento, está siendo espectacular en todos los sentidos.

miércoles, 7 de mayo de 2014

HEL: EL ÚLTIMO BASTIÓN POLACO

Reconozco que antes de venir a Polonia en mi vida había oído hablar sobre la península de Hel. Y ahora, después de conocerla, quedará en mi lugar como un recuerdo imborrable. La península de Hel puede ser uno de los lugares más recónditos, no ya de Polonia, sino de Europa entera probablemente, si bien a día de hoy ya tiene poco de escondido o de semioculto, ya que es uno de los principales atractivos turísticos que nos podemos encontrar en el Voivodato de Pomerania, al norte del país. Para ubicar este remoto lugar, nos hace falta un mapa con bastante detalle, ya que si utilizamos un mapa muy lejano, a lo mejor la península desaparece y tan sólo podemos ver la punta, que es donde está el pueblo y puerto de Hel, el lugar donde la península alcanza su punto más ancho (unos 3 km).
Ubicación de Hel en la bahía de Gdańsk

LA TRAVESÍA

Esta visita a Hel sólo ha sido una etapa más dentro de un viaje que emprendimos el pasado puente mayo al norte de Polonia, al conjunto de tres ciudades denominado en polaco Trójmiasto (Gdańsk, Sopot y Gdynia). Buscando cosas para ver durante nuestra estancia en estas tres ciudades y sus alrededores, apareció la visita a Hel, y aparte de la visita, el cómo llegar. Se puede hacer en coche, tren, autobús... y en barco, cosa que no dudamos ni un instante. Así que el viernes 1 a las 8 y media de la mañana nos hacíamos a la mar al ritmo del archiconocido Mambo nº 5 (nunca la había oído a tales horas, que recuerde).

Vista de la famosa puerta-grúa de Gdańsk desde el barco
Momento en el que zarpa el barco
La travesía Gdańsk-Hel dura justo dos horas, pero para nada se hace pesada. Para los que somos de secano y rara vez nos hemos visto en alta mar, es una gran experiencia. Pero antes de llegar al mar abierto, el barco sale de Gdańsk a través del río Motława, que también nos deja bonitas instantáneas en su recorrido.
Fortaleza a la orilla del río
Faro de Gdańsk
Astilleros
Plataforma naval
El puerto de Gdańsk seguramente no será una maravilla estéticamente hablando, pero a mí, personalmente, también me gustan estos paisajes urbanos tales como los astilleros o las industrias en decadencia. Si la memoria no me falla, creo que el único astillero que he visto en mi vida "in situ" es el de Huelva, que es un juego de niños comparado con los imponentes talleres de fabricación y reparación de barcos del norte polaco. Gdańsk es el puerto más importante de Polonia y uno de los más importantes del mar Báltico, no sólo hoy, ya que a lo largo de la historia esta zona ha sido ocupada por alemanes, rusos... vamos por todo quisqui, incluso hubo una época a principios del siglo XX (1920-1939) en la que Gdańsk fue una ciudad-estado independiente.

Una vez abandonamos Gdańsk (que me enrollo), continuamos con nuestra travesía hacia Hel, que es lo que nos ha traído hoy a escribir esta entrada en el blog. El tiempo se puede decir que era bueno para pasar la mañana en el barco. Lucía el sol y corría y un viento bastante frío, pero siempre eso es mejor que llover, que hubiera obligado a recluirse dentro del barco sin posibilidad de salir a la cubierta. Este viento frío se convirtió en helado y tirando a huracanado cuando la embarcación sobrepasó el espigón del río Motława.
Ya en alta mar, el viaje transcurre sin sobresaltos, si bien había que andarse con cuidado con el oleaje, ya que alguno (yo no, lo juro) se puso perdido de agua tras saltar una ola hacia el barco. Poco a poco va apareciendo la península de Hel en el horizonte. Primero, una pequeña lengua de tierra, y ya a continuación, el pueblo, el bosque, las playas y el puerto. Es aquí cuando uno toma conciencia de que está en un lugar remoto. Tan remoto, que fue este punto fue la última plaza polaca en caer en manos de los nazis, y por esa misma y obvia razón, fue la última posición que los nazis abandonaron tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

EL PUEBLO

Playa de Hel
Una vez nos bajamos del barco y echamos un vistazo al pueblo, la impresión es magnífica: pequeño, pero pintoresco y lleno de vida. Quizá demasiado vendido al turismo, pero la gente tiene que vivir de algo y, además, sería muy hipócrita criticar lo mismo que nosotros hemos ido a hacer allí. Pese a todo, la sensación es que dan ganas de quedarse aquí a vivir. Seguramente en invierno habría rechazado esta idea de plano, pero nunca se sabe. Lo primero que nos encontramos es la playa de arena blanca y fina con su enorme malecón y sus puestos de recuerdos. El animal estrella de Hel y uno de los iconos de este lugar sin duda es la foca, Incluso hay un "focario" en el centro del pueblo. 
Panorámica del pueblo
Calle pricipal
No nos paramos a ver ningún espectáculo pero había muchísima gente (niños sobre todo) vibrando con estos simpáticos animales. El pueblo crece alrededor de una calle principal donde se encuentran los bancos, comercios, cajeros, establecimientos de todo tipo y bares y restaurantes. Ni que decir tiene que fue de obligado cumplimiento comernos unos pescados del mar Báltico antes de emprender el viaje de vuelta, y todo por un precio bastante módico para encontrarnos en un lugar de alta afluencia turística.

Vista de Hel desde el faro
Faro de Hel
Los alrededores del pueblo también lugares de interés. Nos adentramos en un pinar y al poco tiempo nos damos de bruces con el faro de Hel, una torre de 40 metros de altura y casi dos siglos de antigüedad. Este viaje ha sido muy de faros, y tras subir al de Gdańsk, no queríamos perder también la ocasión de subir al de Hel. Las vistas son magníficas, aunque me llevé un pequeño chasco al comprobar que, a diferencia del de Gdańsk, el faro de Hel está acristalado y no permite salir al exterior, pero la panorámica de la zona no tiene desperdicio. 

El mar Báltico a mis pies
Esta fría. Muy fría.
Abandonamos el faro, seguimos atravesando el pinar, y llegamos a la playa. A nuestros pies, el mar Báltico en toda su inmensidad. Nos encontramos en el final de Polonia por el norte. Yo no soy mucho de playas, quizá porque siempre que voy, están hasta la bola de gente y porque no aguanto el calor. Pero las playas de Hel (y por extensión las de todo el norte polaco) en esta época son un reducto de paz, donde hay gente tomando el sol, niños haciendo volar alguna cometa o gente paseando tranquilamente. Faltó algún zumbado bañándose, que nunca suele faltar, pero aquí sí. Y no me extraña, porque el agua estaba fría como el hielo, y lo pude comprobar de primera mano, ya que me metí "hasta los carcañales".
Alrededores de Hel
Y ya con esto vamos a ir terminando la aventura de hoy. Ya sé que siempre digo lo mismo de todos los lugares que visito, pero es que todos me gustan y este no es menos, así que os recomiendo que visitéis este lugar si alguna vez os dejáis caer por aquí. Hel es un lugar remoto y desconocido, pero si alguna vez tenéis la suerte de visitarlo, os dejará un grato recuerdo para toda la vida.